viernes, 30 de noviembre de 2007

¿Buenos Vecinos?

Situación: Estás sentado en el sillón más cómodo de la casa, ese que tiene el hueco donde cabés perfectamente, comiendo un rico chogusán de milanesa, tomando una Coca bien pero bien fría y mirando la tele.
Un momento que cualquiera podría estar disfrutando, solo o con alguien, en el momento más relajado del día.

Hasta que de repente aparece ella… toca el timbre (no golpea la puerta) una y otra vez…
Sí, aparece esa “adorable anciana”.
Sí, aparece “La vecina del D”.
Lejos está en sus intenciones venir a pedir una taza de azúcar, una linterna o el teléfono para hacer un pequeño llamado.
No señor, viene para pedirte que bajes el volumen.

“Pero señora, si el volumen está re bajo…”

“Mirá nene, para vos estará bajo pero yo siento cómo las balas me rozan la oreja. Si tenés problemitas en los oídos, hacete ver o bañate mejor.
Así que bajá el volumen o lo llamo al encargado ¿te quedó clarito?” (Sí, sí… así con toda la mala onda)

Gira sin despedirse (no esperamos que lo haga, pero molesta igual) y se va directo a su casa para seguir tomando el té con bizcochitos Don Satur antes de acostarse, mirando cómo Susana Giménez le regala $1.000 a Adela, de Villa Pueyrredón, por poner el paquetito de Sonrisas adentro del sobre.

Ah no… de ninguna manera…

Automáticamente el odio se apodera de nosotros. Nos acordamos de la abuela de la señora, de la mamá de la señora, de la señora y de alguna hermana que tenga la señora.

Son los “Adorables vecinos” que todos tenemos que aguantar, porque les molesta todo lo que hagamos: el volumen, el silencio, el perro, el gato, el auto, los pasos, la ropa, el pelo… TODO.
Entonces fue que pensé en distintas formas de hacerles entender, de una manera didáctica y muy clara, que no queremos que nos molesten y nos dejen sacar la basura a hora que se nos cante.

Porque los vecinos no se eligen, pero la forma de espantarlos sí.

Aquí van las opciones:

1) Abrí la puerta y comenzá a hablarle a los gritos y a cambiarle las palabras, para hacer evidente tu supuesta sordera:
“HOLA VECINA ¿NECESITA ALGO?”
“Sí nene, ¿será que podés bajar el volumen?”
“¿CÓMO? NO LA ESCUCHO”
“El volumen… si podés bajar el volumen”
“¿QUÉ? ¿EL CARDUMEN? ¿QUÉ CARDUMEN?
“No nene, el volumen de la tele…TELE”
“¿QUE PELE QUÉ COSA? ¿QUÉ ESTÁ INSINUANDO SEÑORA?

2) Atendé amablemente a la viejecita y una vez que termines de escuchar el reclamo hablá con la persona invisible que está al lado tuyo, cual esquizofrénico, diciéndole “¿Viste? Eso te pasa por no ponerte las gotas en el oído”.
(Ahora mirando a la vecina con una sonrisa) “No se preocupe vecina, que si ésta no me hace caso le pego un tiro en la nuca, la entierro en la plaza y no molesta más a nadie”.

3) Cuando escuches el timbre ponete comida en la boca (recomiendo algo que tenga arroz), tomá un trago de agua y masticalo bien.
Cuando abras la puerta “vomitá” en el suelo, así de una, alegando que tenés un virus muy raro resultado de tu viaje a África.

4) Otra (de las más efectivas) es que no abras la puerta.
Quedándote cerca de ella comenzá a emitir sonidos como si estuvieras rezando en árabe: “Janabib, zalan ajama danaj alá… DANAJ ALÁ, DANAJ ALÁ…”
Estas últimas palabras repetilas con más fuerza acompañadas de un gemido que diga “Ahhh… ahhh”.
La desaparición del intruso es instantánea.

5) Y por último, una de mis preferidas:
Abrí la puerta en bata pero sin ropa interior (obvio la bata abierta) y decile suavemente: “Hola vecina, perdone pero estoy muy ocupado con el amigo de un amigo mío… ¿usted vino por el aviso del clasificado?

Espero que les sirva.

Abrazo, elRober.

2 comentarios:

Loki dijo...

jajaja... te aconsejo que no utilices la tactica #4 en USA, el intruso desaparece pero a los 3 min. te aterriza un helicoptero en el living (previa voladura del techo).

Anónimo dijo...

Situación: Estás sentado en el sillón más cómodo de la casa, ese que tiene el hueco donde cabés perfectamente, comiendo un rico chogusán de milanesa, tomando una Coca bien pero bien fría y mirando la tele.

oooh, pagaría por estar así en este momento. que hambre.